Vengadores: Crepúsculo #1-2

Yayos haciendo cosas.

Después del desastre de lecturas del último par de días (micro-reseña de Yu Yu Hakusho ni me voy a molestar en hacer porque no quiero arriesgarme a que se me seque el cerebro) voy a remontar el vuelo con lo contrario: una lectura que me ha sorprendido para bien pese a que tenía el interés en el subsuelo. Que tampoco me ha parecido la divina papaya, pero oye, con el interés que me genera ahora mismo Marvel, suficiente me parece. Contexto: desde hace año y pico casi nada de Marvel me llama la atención. Sigo leyendo algún titulo por cariño o interés en algún personaje o grupo, pero entusiasmo, poco. Y grapa española, a día de hoy, solo leo Spiderman, del que se me han acumulado 6 meses y ni me he dado cuenta. Y la propuesta que nos ocupa no tenía mucho a su favor. Las historias superheroicas crepusculares siguen todas el mismo patrón desde que 'Old Man Logan' las pusiera de moda, las sorpresas siempre son las mismas, y las historias de futuros hipotéticos me la traen al pairo porque: nunca van a ocurrir. Pero esta la dibujaba Acuña, y Acuña es una pasada siempre, y me apetecía volver a leer algo suyo. Además, Zdarsky nunca defrauda, si bien su otra incursión "crepuscular" (la de Spiderman) también me dejó algo frío. Resultado: pues que Acuña es una maravilla siempre, y aunque te esté dibujando a un tio de espaldas, esa viñeta tiene vida. Si el entorno es aburrido, ya te lo arregla él con el color. Olé ahí. Y Zdarsky sabe cómo meter paralelismos con la actualidad en una distopía futurista que ha sido más novedosa de lo que esperaba... pero por desgracia no consigue escapar del todo (al menos no en estas dos grapas) a lo tremendamente previsible. El resumen es que es una miniserie mu bien hecha que a quien lleve unas decadas leyendo Marvel le dará un poco igual por puro agotamiento de fórmulas (pero bien que disfrutará el arte), y a lectores ocasionales les puede parecer bien guapa. Qué pena, por cierto, que las historias crepusculares traigan de la mano siempre distopías y totalitarismos. ¿Nadie se atreve con la esperanza?